top of page

¿Qué es un rey?

Según la concepción del mundo, un rey es aquel hombre con muchas riquezas materiales, con grandes extensiones de tierra, con tropas por cantidad; aquel hombre que luce las mejores joyas y el ajuar más ostentoso, que vive en un magnánimo castillo, que puede tener en su lecho a la mujer que quiera, los mejores vinos, la comida más lujosa. Al mismo tiempo, dicho hombre es el soberano de una nación, por lo cual ejerce justicia a su antojo en su territorio. En palabras cortas, es el hombre más poderoso del lugar.

Eso es a los ojos del mundo, y como dice el dicho: “todo entra por los ojos”, en este punto me surge la pregunta: ¿será que solo podemos ver con los ojos?. Ciertamente, que todo entre por los ojos nos da una visión limitada, pues nos quedamos con una dimensión material y es aquí donde intuyo que el alma también debería tener ojos, y seguramente los tiene, pero están cerrados, ya que estamos muy distraídos viendo con los ojos corpóreos, deslumbrados con las cosas efímeras, que solo se ven, nos llenan por ratitos, luego caducan y nos dejan vacíos. De esta forma, nunca nos saciamos, siempre aspiramos a más, más y más; pero todo lo que se ve pasa y esa ambición se va llevando un poquito de nosotros en cada intento que hacemos por llenarla. Así nos perdemos de los tesoros que se ven con los ojos del alma.

Creo que esto tiene raíz en el hecho que desde pequeños nos enseñan que como seres humanos tenemos necesidades materiales, pero jamás nos dicen, o en algunos casos muy someramente, que también tenemos un espíritu con necesidades al igual que el cuerpo. Entonces aquí surge la siguiente imposición: ¡debemos abrir los ojos del alma!

San Pablo en el capítulo 8 versículo 24 de la carta a los Romanos nos dice que la esperanza no se ve, pues no se puede ver lo que esperas, porque “ya no sería esperar”. Siguiendo esta lógica, sí solo nos quedamos con aquello que se ve, entonces ya no tendríamos esperanza; y ¿qué somos sin esperanza?, yo diría que sin esperanza seriamos nada, algo así como sujetos pasajeros sin porvenir, entonces ya no habría razón para ser bueno o malo, porque como no tenemos esperanza no somos más que simples mortales, daría igual hacer una cosa o la otra. Y la esperanza solo la vemos con los ojos del alma.

Sin embargo, algo a tener en cuenta es que los ojos del alma tienen matices totalmente diferentes a los ojos corpóreos. Por ejemplo, al alma nunca la deslumbrará lo que deslumbra al cuerpo, pues al alma no la sacian los sentidos. Tal vez, eso fue lo que pasó con Francisco y Clara de Asís y a muchos otros santos más, que teniendo todo materialmente hablando decidieron dejarlo e ir a buscar la saciedad espiritual.

Por todo lo demás mencionado, y en contraposición al concepto de rey dado por el mundo, resulta absurdo plantear la idea de un rey pobre, uno sin posesiones materiales, ni castillos, sin ni siquiera un lugar donde recostar su cabeza (Mateo 8, 20), un rey traicionado (Mateo 26, 14), flagelado (Juan 19, 1), con una corona no de metales preciosos sino de espinas (Juan 19, 2), un rey que se hizo esclavo (Juan 13, 13-17), que se humilló, que se hizo semejante lavando los pies de sus discípulos (Juan 13, 4-12), que dejó de lado su linaje (Mateo 1, 1-17) y sin pensarlo dos veces dio la vida por su pueblo (Marcos 15, 33-40) el mismo que lo traicionó, un rey compasivo, misericordioso, lento en la cólera, rico en piedad (Salmo 144, 8), “un rey carpintero que le ha dado vida al mundo desde un madero” como dice la canción. Pudiendo haber escogido los materiales más finos prefirió escoger un madero como trono (Colosenses 2, 14-15) y como si fuera poco después de dar la vida volvió por amor a los que lo entregaron en manos del enemigo y perdonó sus pecados con su preciosa sangre derramada, además escogió el signo más humilde y sencillo para quedarse en medio de su pueblo, un pedazo de pan (Lucas 22, 7-20), haciéndose de esta forma pequeñito para poder entrar en todos aquellos que deseen llevarlo.

Por las anteriores características descubro día a día que ese rey solo puede ser apreciado en su máximo esplendor con los ojos del alma, los ojos que solo se abren por la fe. Por eso solo lo puedo contemplar plenamente con dichos ojos, verlo con los ojos corpóreos seria limitarme y agraviarlo, bajarlo de su trono y dejar de sentir las caricias y arrullos que le dedica al alma cuando lo veo tan pequeño y magnánimo a la vez expuesto en la custodia. Sencillamente lo amo y Él me ama en proporciones tan profundas que definirlas seria limitarlo.

 

Suscríbete!

#ETIQUETAS

© 2023 by Annabelle. Proudly created with Wix.com

bottom of page